Unión de fuerzas [Uttir]
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Unión de fuerzas [Uttir]
Había leído sobre que los enanos estaban reuniendo un ejército que luego se uniría y marcharía sobre la frontera con el Imperio. Era una oportunidad perfecta para un mercenario como yo. Para mi suerte, andaba justo por las montañas sobre la capital enana, buscando diversos materiales preciosos. Debido a esto, decidí descender y dirigirme a la capital enana. Ciertamente, era extremadamente raro ver gente como yo por esos lugares, si quiera alguien que no fuera enano, pero debido a mis papeles como mercenario hace ya varias décadas, logré pasar, y dirigirme directamente con aquél que decían que comandaría las fuerzas enanas.
Caminaba bajo una capa oscura, debajo de la cuál se podía ver una armadura negra de exquisita manufactura, al igual que un espadón que parecía estar hecho de acero rojo oscuro como la sangre, que también, a la simple vista, muchos podrían decir que podía compararse con las mejores obras de arte enanas, se notaba que quién iba a ver al general, era un soldado experimentado.
Caminaba bajo una capa oscura, debajo de la cuál se podía ver una armadura negra de exquisita manufactura, al igual que un espadón que parecía estar hecho de acero rojo oscuro como la sangre, que también, a la simple vista, muchos podrían decir que podía compararse con las mejores obras de arte enanas, se notaba que quién iba a ver al general, era un soldado experimentado.
Darkon Filomortal
No-Muerto, Strigoi Guerrero Nv1
Destreza : 8
Reflejos : 15
Poder : 2
Voluntad : 15
Potencia : 5
Colisión : 25
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Stamina : 70
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Fecha de inscripción : 20/11/2016
Edad : 30
Localización : Santiago, Chile
Re: Unión de fuerzas [Uttir]
El interior de la montaña retumbaba al son del martillo y el pedernal en aquellos días. La ciudad entera, cual corazón de piedra, batía con el tráfico de todos sus habitantes, y en las estancias de roca y salones de altos techos resonaba el sonido de los tiempos que se avecinaban.
En una de las cámaras de los gremios una marabunta de sirvientes, encargados, funcionarios y soldados por movilizar trajinaban cajas de un lado para otro, sumamente atareados; se dictaban trabajos y, de vez en cuando, se daban órdenes contradictorias y algunos se perseguían entre sí, vociferando que tal o cual paquete ya estaba en su sitio y no debía moverse. En estas circunstancias, invariablemente, terminaban por dirigir su mirada al fondo de la cámara; allí, fortificado detrás de una gruesa mesa y una infinitud de papeles, unos labios enfundados en una blanca barba se fruncían mientras atacaban la pipa de madera que sostenían. Un poco más arriba, unos ojos fieros indicaban con condescendencia el destino final del paquete. Y aquello no admitía réplica.
La guerra es algo bien feo que administrar, y sin embargo alguien tenía que hacerlo. No tanto por resignación, sino por justicia: aquella era una pelea indeseada, pero frente a la que ninguna criatura de bien podía arrugarse. ¡Imperiales! Aquellos malditos bastardos parecían no tener nunca suficiente y andaban siempre conspirando y rumiando su siguiente conquista. Pero el Reino prevalecería, ¡por justicia! Porque había hombres y mujeres valientes que aceptaban que, aún sin desearlo, había que levantar el brazo con el arma desenvainada. Así estaban las cosas.
Uttir firmó otros cuantos papeles que había leído y los entregó a uno de sus ayudantes, murmurando órdenes y decretos mientras susurraba palabras para sí mismo también. Suspiró, cansado, y se llevó la mano a la boca para coger la pipa, contemplando la amplitud de la sala.
¿Qué puñetas era aquello? Junto a la entrada aguardaba una figura que destacaba entre las demás y se erguía varias cabezas por encima del resto de enanos; vestía una larga y oscura capa bajo la cual se distinguían los destellos metálicos de una armadura. De su cinto pendía una larga espada y el enano no tardó en fruncir aún más el ceño ante aquella visión. Con su experiencia reconocía al momento a individuos como aquél.
- ¡Mentecatos! ¿Quién ha dejado entrar a un mercenario? ¿Quién le ha dado paso hasta aquí?
En una de las cámaras de los gremios una marabunta de sirvientes, encargados, funcionarios y soldados por movilizar trajinaban cajas de un lado para otro, sumamente atareados; se dictaban trabajos y, de vez en cuando, se daban órdenes contradictorias y algunos se perseguían entre sí, vociferando que tal o cual paquete ya estaba en su sitio y no debía moverse. En estas circunstancias, invariablemente, terminaban por dirigir su mirada al fondo de la cámara; allí, fortificado detrás de una gruesa mesa y una infinitud de papeles, unos labios enfundados en una blanca barba se fruncían mientras atacaban la pipa de madera que sostenían. Un poco más arriba, unos ojos fieros indicaban con condescendencia el destino final del paquete. Y aquello no admitía réplica.
La guerra es algo bien feo que administrar, y sin embargo alguien tenía que hacerlo. No tanto por resignación, sino por justicia: aquella era una pelea indeseada, pero frente a la que ninguna criatura de bien podía arrugarse. ¡Imperiales! Aquellos malditos bastardos parecían no tener nunca suficiente y andaban siempre conspirando y rumiando su siguiente conquista. Pero el Reino prevalecería, ¡por justicia! Porque había hombres y mujeres valientes que aceptaban que, aún sin desearlo, había que levantar el brazo con el arma desenvainada. Así estaban las cosas.
Uttir firmó otros cuantos papeles que había leído y los entregó a uno de sus ayudantes, murmurando órdenes y decretos mientras susurraba palabras para sí mismo también. Suspiró, cansado, y se llevó la mano a la boca para coger la pipa, contemplando la amplitud de la sala.
¿Qué puñetas era aquello? Junto a la entrada aguardaba una figura que destacaba entre las demás y se erguía varias cabezas por encima del resto de enanos; vestía una larga y oscura capa bajo la cual se distinguían los destellos metálicos de una armadura. De su cinto pendía una larga espada y el enano no tardó en fruncir aún más el ceño ante aquella visión. Con su experiencia reconocía al momento a individuos como aquél.
- ¡Mentecatos! ¿Quién ha dejado entrar a un mercenario? ¿Quién le ha dado paso hasta aquí?
Uttir a'Fnur
Enano, General Nv1
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Re: Unión de fuerzas [Uttir]
Observé atentamente al enano que sobresalía sobre el resto al entrar al lugar, y observando atentamente, me acerqué a él, y mirándolo de arriba hacia abajo, asumiendo de inmediato que él era el jefe entre todos los que estaban allí, lo miré y hable;
-Pues si no querían mercenarios aquí, no habrían hecho el llamado de los mercenarios, ¿No? Soy Darkon, un guerrero que lleva años en las tierras del norte y ahora llevo años trabajando como mercenario aquí. Había estado explorando los dungeons arriba de la montaña, y he aprovechado de limpiarlo de las criaturas peligrosas que moraban allí. Ahora...¿Quieres negociar o no? Yo no soy un mercenario cualquiera, y no me habría metido aquí si no hubiera sido capaz de venir hasta aquí. Dime, enano, ¿Cuál es el plan? -Dije, mirándolo a los ojos directamente.
-Pues si no querían mercenarios aquí, no habrían hecho el llamado de los mercenarios, ¿No? Soy Darkon, un guerrero que lleva años en las tierras del norte y ahora llevo años trabajando como mercenario aquí. Había estado explorando los dungeons arriba de la montaña, y he aprovechado de limpiarlo de las criaturas peligrosas que moraban allí. Ahora...¿Quieres negociar o no? Yo no soy un mercenario cualquiera, y no me habría metido aquí si no hubiera sido capaz de venir hasta aquí. Dime, enano, ¿Cuál es el plan? -Dije, mirándolo a los ojos directamente.
Darkon Filomortal
No-Muerto, Strigoi Guerrero Nv1
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