Camino por las montañas del norte [Aramintia]

Iba caminando en medio de la noche, dirigiéndome al poblado más cercano antes de llegar a la frontera con el Reino de León. Había sido contratado hace unos días para limpiar unos lobos peligrosos que estaban azotando a un pequeño clan de recolectores mineros, por lo que lo había tenido fácil, y dado eso, ahora me dirigía hacia otro lugar, pasando de viaje. Con una capucha negra como la noche, mi armadura y mi espada en la mano, conjunto a una mochila atrás donde llevaba todos los objetos que iba vendiendo de pueblo en pueblo, iba observando mis alrededores discretamente, hasta que, mirando hacia el cielo quedé sorprendido por unos segundos.

Era una de las pocas veces donde la tierra nórdica tenía el cielo despejado. Auroreas boreales se mercaban en él, además de una cantidad incontable de estrellas brillaban en el cielo. Había leído siglos atrás en una biblioteca, el como esta tierra nórdica podía ser el mejor lugar del continente para observar las estrellas, y ahora lo podía comprar con toda su belleza. Decidí sentarme y observar, atentamente, el firmamento.

Recuerdo como nos sentábamos a mirar el cielo, cuando mis hermanas y yo no podíamos dormir. Solíamos hablar sobre los dioses, cómo sería el Valhalla y el día en que me uniera a las Valkirias. Ellas siempre decían que estaba orgullosas de mi, al igual que el resto de mi clan. Ahora mismo, mientras aprieto mi puño al rededor del pequeño amuleto de madera que decora mi cuello, siento nostalgia y tristeza. Debo cumplir el deber sagrado de mi clan. Aún así, los extraño. Merlín, el búho del anciano, solía ayudarme a dormir. Ahora, no se que será de él. Quizás esté descansado con su dueño. A mi alrededor se escucha el cantar de otros búhos y lechuzas, y me hacen sentir mejor, de cierta manera. De todas formas, no creo poder conciliar el sueño con facilidad. El suelo era cómodo, pero podría sentirme a gusto en cualquier terreno, incluso sobre una raíz rugosa y gruesa.

Me levanté, quizás caminar un poco me despejaría la mente y, por consiguiente, haría que el sueño cumpliera su cometido y me haría caer dormida. En cualquier caso, tenía ganas de estirar las piernas durante un rato. Debo admitir que las rivalidades entre los clanes se está volviendo cada vez peor. Me han ofrecido muchos trabajos que involucraban a otros clanes, al final he aceptado uno de atrapar a unos bandidos que estaban robando aldeas y a las caravanas de mercaderes. Por ahora, la búsqueda continúa. No debería estar lejos.

Había algo en el camino. Una persona. A lo lejos, parecía un vagabundo común y corriente que se había parado a observar el cielo. Quizás sea nuevo a estar tierras. Al acercarme tampoco podía detallar su cara, pues vestía una capucha oscura. ¿Podría ser uno de los bandidos que estaba cazando? Tendría que hablar con él. Naturalmente, no hay necesidad de usar la violencia, por ahora.

-¿No eres de por aquí, verdad? -

Miraba atentamente la aureola boreal conjunto a las estrellas, y quizás, eso mismo fue lo que me hizo despistarme. Las personas decían que entre más viejo eran los vampiros, los pensamientos, las memorias, se movían mucho más rápido, los recuerdos nos venían uno tras otro y no se detenían nunca. A veces los vampiros eran capaces de ensimismarse en sus pensamientos por años enteros…esperaba que no me estuviera pasando lo mismo. Escuché una voz a unos pasos de mí, y girándome, observé quién era quién me hablaba.

Una mujer muy joven se encontraba a unos pasos de mí. Su cabello era de un hermoso color, a la vez que el viento invernal lo movía con el viento. Sus ojos de color ámbar brillaban con el reflejo de las estrellas, y la cicatriz que cubría su cara indudablemente le daba un aspecto serio, de una persona de respeto. Lo más interesante de todo, es que la cicatriz no disminuía su belleza, que la hacía parecer angelical.

La miré unos segundos, mientras mis ojos brillaban de un color carmesí desde mi posición. No tomé mis armas, estaba demasiado tranquilo para pensar en una amenaza, además, si la mujer me hubiera querido atacar, realmente ya lo hubiera hecho. La miré unos segundos contemplándola, para finalmente volver a mirar las estrellas, y desde allí responderle;

-Llevo algunos años observando las estrellas de estas frías tierras, además de trabajar en ellas, y nunca había visto una noche tan hermosa como la que es hoy. Las nubes siempre cubren la eternidad del cielo, y solo las cumbres más altas y heladas permiten observar el cielo sin ninguna preocupación. Hoy es un día especial, y los astros lo saben bien. –Dije, mientras observaba atentamente al firmamento.

Vigilé mis alrededores. No parecía haber indicios de una emboscada, al ser de noche, sin embargo, no podría haberme fijado detalladamente de cualquier forma. Pero, el hombre no parecía ser un bandido. De cierta manera, su postura me remitía de alguien civilizado, por ponerlo de cierta manera. No exhalaba la brabuconería típica de un malviviente. Además, mas tarde se habría identificado, no como un bandido, pero si -quizás- como una espada vendida, como la mía.

Sus ojos destellaron fugazmente, como dos estrellas. Ambos carmesí como las llamas de un fuego en toda su majestuosidad. Ningún mortal tenía los ojos así, mas había escuchado algunas historias sobre bestias y hombres que habían abandonado su humanidad para servir a las fuerzas de la oscuridad. Aberraciones ajenas a los dioses. Este hombre... Esta bestia, ¿qué era? Podía hablar perfectamente. Y ahora si estaba segura de que no era uno de los bandidos que estaba buscando. La amenaza, sin embargo, se había vuelto peor. Si de verdad era una abominación, una monstruosidad pretendiendo acabarme, no podría defenderme.  Pero, ¿por qué no me había atacado? ¿quizás quería ganarse mi confianza y atraparme desprevenida?

-Mis hermanas y yo solíamos observar el cielo durante mucho tiempo. El anciano de mi clan decía que las auroras eran un mensaje de los dioses, anunciando prosperidad y la llegada de la primavera... Hace mucho tiempo que no veo una... En cualquier caso, es peligroso viajar por estas tierras de noche, sobretodo sin compañía. ¿Qué haces por estos lares, además de contemplar el reino de los dioses? -

Miré a la mujer mientras ella volvía a hablar, y me ponía a pensar nuevamente, ¿Podía un lugar tan oscuro y frío como este conocer la primavera? No decía que fuera imposible, por los Dioses que yo había visto cosas imposibles, pero algo como esto, ¿Podía suceder? Me sorprendería si algún día en mi antigüedad algo así llegaba a suceder. La miré y le sonreí, respondiéndole;

-Primavera eh, una extraña época para un lugar así…¿Solo? Puede ser, pero, esa, ¿Acaso no es una pregunta muy amplia? Yo también te veo sola, y no veo que estés preocupada. –Dije, con una sonrisa, y luego volví a mirar al cielo a la vez que me ponía a hablar- A veces el vagar observando la belleza de las cosas más simple puede ser intrigante. Pero bueno…voy al llamado de un jefe de la aldea próxima, que al parecer necesita ayuda para acabar con unos bandidos y está ofreciendo una recompensa bastante buena, pero por ahora…creo que lo mejor será sentarme a ver las estrellas. ¿Tú crees que llegará la primavera a este lugar? –Pregunté mirándola con interés.

La miré unos segundos estudiándola, parecía tener bastante resquemor de acercarse a mi posición, asumí que mi apariencia era suficiente para asustar a cualquiera. Dejé la espada al lado mío, sin darle mucha importancia, y seguí mirando a las estrellas, esperando escuchar su respuesta.

-Si los dioses así lo desean, estoy muy segura de que vendrá la primavera.- Afirmé mientras alzaba mi vista al cielo. Por supuesto, era una noche verdaderamente hermosa. Sin embargo, observar el firmamento era una excusa, esos ojos rojos eran atemorzaintes. Sin duda eran capaces de infundir el miedo en el corazón de los mortales.

-Estás en lo cierto, Ojos Brillantes, el jefe de la aldea si está contratando gente para acabar con una banda de bandidos. Los he estado buscando desde la mañana y no he encontrado rastro de ellos. Esto no responde a mi pregunta, sin embargo. No vendrías a estas tierras olvidadas solo para cazar malandrines. ¿Qué haces aquí?-

Me senté, sin moverme de mi lugar. Los forasteros nunca fueron comunes en lugares tan recónditos. Para el mundo, los norteños somos bárbaros incivilizados. No es muy común ver mercenarios extranjeros en estos lares. Alguien debe tener muchos motivos para realizar una travesías solo para encontrar nieve, frío, montañas y clanes nómadas matándose entre sí. Este hombre no me imspiraba confianza, podía percibir un aura extraña proveniente de él. Los dioses también estaban callados. No había indicios de peligro en la atmósfera. De todas formas, me sentía intranquila.

Me sorprendió un poco su respuesta afirmativa, y sonreí, preguntándome si yo podría tener algún día la misma convicción sobre los dioses que ella tenía, pero realmente, había visto cosas tan malas, y crímenes más atroces, y ningún dios había aparecido…solo quedaba la mano de los hombres para realizar la justicia. Cuando me llamó por ojos brillantes no pude evitar sonreír, y antes de responderle a su pregunta, le dije;

-¿Quieres saber porque tengo los ojos de este color? Mucho tiempo atrás, un dragón empezó a atacar una zona cercana a la que vivía, y debido a eso, enviaron a un grupo de caballeros a encargarse de él. Éramos tres quienes fueron. Fuimos directamente a su madriguera durante la noche, lo atacamos directamente desde varios puntos, encargándome yo directamente de atacar su estómago, el lugar donde sus escamas son más delgadas. Fue un duro combate, y por suerte no perdí a ninguno de mis compañeros, pero cuando herí al dragón y su sangre me cubrió, mi pelo perdió su color tornándose blanco, y mis ojos perdieron su color, tomando el color carmesí como algo normal. Por eso es que mis ojos son así, mi nombre es Darkon. –Dije, mirándola, para luego proseguir a contestar a su pregunta- Digamos que la tierra donde vivía fue invadida, y solo yo y algunas cuantas docenas de personas pudimos escapar. Tuve que venir a vivir aquí, al lejano norte para que nadie me encontrara, y aquí dormí por bastante tiempo…y he comenzado a hacer que las cosas se muevan de nuevo. ¿Tú también estas buscando a los bandidos de esta zona? Encontrarlos de día no será la solución, encontrarlos de noche será su tumba. Necesitarás a alguien como yo para guiarte en la oscuridad. –Dije, mirándola.

-Eres un viajero peculiar, Darkon - Le dije, esbozando una sonrisa divertida. -Los dioses deben tener su motivo para otorgarte tal gracia para derrotar a un dragón.  

Hice silencio unos segundos, sopesando los malos recuerdos antes de volver a hablar:

-Mi clan fue masacrado hace uno tiempo. Yo soy la última de mi estirpe. Supongo que ambos estamos en peligro de extinción. -

Las tragedias siempre fueron parte del mundo. Si bien los dioses eran nuestros hermanos mayores, no podían evitarlo todo. Al fin y al cabo, los afanes de los mortales nos pertenecen a nosotros únicamente. El norte quizás simbolizaba más para los foráneos de lo que yo pensaba. Es posible que las gélidas tierras brinden algo que yo no he logrado sentir u obtener: esperanza.

-¿Estás diciendo que te interesa una... sociedad temporal? No esperas compartir la recompensa, ¿verdad? -

Me gustaba viajar -y trabajar- sola. Esta era una prueba otorgada por los mismísimos dioses, tenía que valerme por mi misma. Sin embargo, las palabras del hombre no carecían de sentido. Una emboscada nocturna podría acabar con los malhechores, o, por lo menos, tomarlos desprevenidos y darnos una cierta ventaja.

Sonreí ante sus palabras. Así que los dioses me habrían otorgado mis habilidades, ¿Eh? Una idea interesante...aunque nunca había visto a los dioses intervenir en nada como para creer una afirmación así. Lo único que me había llevado donde estaba era el desarrollo de mis propias habilidades, y el combatir a lo largo de tanto tiempo, claro está. Escuché sus palabras y no pude evitar sonreír y responderle;

-Por algo pasan las cosas, ¿No? Por algo estamos vivos...quizás estemos destinados a algo más grande...¿Que piensas tu? ¿Por quién fue atacado tu clan? -Pregunté, con interés y delicadeza, intentando no hurgar demasiado en cosas que le podrían doler al recordar.

Luego escuché sus palabras y la miré divertido, preguntandome si alguna vez habría trabajado con alguien;

-Más que una sociedad, formar un equipo es lo que me parece correcto. Y claro que no, las ganancias se han de repartir por partes iguales, después de todo trabajaremos en equipo, como iguales. -Dije, mirándola a los ojos.

Quizás estemos destinados a algo más grande... Si, esa era la verdad. Los dioses no planean nuestra vida; son hermanos que nos acompañan por el sendero que elegimos recorrer. Quizás yo esté destinada a ser una valquiria, pero me pregunto si me iré al Valhalla en medio de un campo de batalla, bañada en la gloria del combate.

-Por un clan rival. No pude ver su estandarte. En el Norte, todos peleamos con todos. Se dice que, en el pasado, fuimos un pueblo unido bajo la mirada de los dioses.

Quise recordar fragmentos de la noche de la batalla, pero no pude visualizar los escudos enemigos. Sería mejor así, no quería iniciar un viaje vengativo. Los dioses saben que no traería a los muertos de vuelta.

-Está bien, te has conseguido un trato. - Dije, acercándome a él y extendiendo la mano.