Como el ratón y el gato [Augusto M.]

La razón por la que me perseguían era simple, mi condición de mujer-bestia. Alguien se había asegurado de delatarme y que comprobaran que en realidad era cierto. Alguno de sus enviados me había seguido en alguno de mis paseos por el bosque donde me permitía mostrar mi verdadera apariencia.

¿Cuándo podría perderlos de vista? Llevaban varios días persiguiéndome y parecía que estábamos jugando al ratón y al gato, sólo que esta vez yo era el ratón. Cuando conseguía darles esquinazo me volvían a encontrar rápidamente.

No había propiciado ningún encuentro con ellos, ya que aunque no eran muchos, eran más de los que podría asegurar de encargarme yo sola. Habíamos estado atravesando pequeñas ciudades y partes de bosque y no se daban por vencidos.

Había conseguido despistarlos lo suficiente como para poder encontrar una pequeña cueva para pasar la noche. Como medida de seguridad me transformé en animal por si acaso y dejé la ropa y el arma escondidas. Al amanecer di una vuelta y comprobé que no había nadie cerca, me volví a transformar, recogí mis cosas y seguí avanzando. Si conseguía avanzar lo suficiente como para llegar a la próxima ciudad, podría camuflarme entre los habitantes.

Todavía no había mucha gente por las calles cuando llegué a la población. Debía tener una apariencia espantosa puesto que muchos con los que me encontraba, se me quedaban mirando de forma extraña. Me senté al lado de unos barriles como los borracho que había por allí, hasta que pasado un poco de tiempo entraron unos hombres que reconocía bastante bien enarbolando sus espadas. Eché un vistazo intentando buscar una vía de escape, pero no encontré ninguna.

Me levané, desenvainé mi espada y me dispuse a atacar.

Había regresado a mi amada tierra después de una larga pero victoriosa campaña en donde tuve, en compañía de mis otros hermanos y Aida, que exterminar cientos de incursiones del Reino de León, nuestro querido vecino.

Antes de llegar a la capital de Castellum, habíamos parado en este pequeño pueblo para descansar y beber en compañía de mis queridos legionarios, o eso pensaba. Tercios encargados de la seguridad local me habían informado que un grupo de perros de la teocracia habían sido avistados en las cercanías de este lugar, una ofensa no solo para mi pueblo, sino también, para el pacto que nuestro glorioso Emperador había hecho hace ya más de tres siglos.

Ordene inmediatamente el despliegue de toda mi legión y la guardia local, este sacrilegio solo significa muerte, ninguna escoria religiosa podrá profanar los cimientos de esta grandiosa república.

No paso más de diez minutos, desde que emprendí mi búsqueda, para poder identificar a nuestro enemigo. Me bajo rápidamente de mi caballo mientras saco mi pistola y disparo en la cabeza sin remordimiento alguno al insecto más cercano a mí, para posteriormente, ordenar a mis hombres que desenfundan sus armas y rodeen al invasor, preparándose para el combate-.Exterminatus-. Ordeno, desenfundando mi mandoble y lanzándome a la carga.

No me había dado tiempo a moverme cuando otro grupo de gente armada se unió a nuestra disputa, me quedé un poco sin saber qué hacer hasta que uno de los soldados de la teocracia arremetió contra mí en el barullo de la trifulca. Lo paré con mi espada y comencé a atacar, si era sólo uno podría ganarle.

Comenzamos un intercambio de golpes en el que mi velocidad era mayor a la suya, pero se podía adivinar que era un guerrero muy experimentado, pues ningún movimiento le pillaba desprevenido. Conseguí herirle en el brazo, cortándole los tendones y obligándolo a soltar la espada. Aprovechando su debilidad pude atacarlo para acabar con él.

Miré a mi alrededor y vi como los soldados que habían llegado estaban terminando con los enviados de la teocracia. Era una situación extraña, en el resto de territorios nunca se atreverían a ir en contra de los dictados de la religión.

Les agradecía que se me hubieran ayudado a librarme de mis perseguidores, pero lo cierto era que no  podía saber si en cuanto terminaran con ellos, seguirían conmigo. Lo que me dictaba mi instinto era que no bajara la guardia y que no les atacara primero. Si no quería acabar mal, más me valía intentar buscar otra manera de salir de allí que no fuera con acero en mano.

Una vez que mi acero probo las entrañas de los fanáticos y mis hombres habían masacrado al resto, veo que en el centro del callejón se encontraba una mujer, no cualquier fémina, sus ropajes indicaban que era una soldado regular del imperio, sus facciones sacaba toda duda de sus orígenes-.¿Una mujer bestia?-. Pensé a primera vista, en ese momento mis hombres comenzaron a acercarse a la mujer, apuntando sus lanzas hacia ella-.¡Tercios de Castellum! ¡Formación!-. Indico con una voz grave y autoritaria haciendo que los soldados levantasen sus armas de forma perfecta, sincronizada y disciplinada, creando un muro de hombres y mujeres vestidos de acero-.Identifícate soldado y dame las razones de estar en esta tierra-. Le indico a la mujer mientras limpio y guardo mi mandoble en su funda, dejando expuesto  las estrellas y símbolos que indicaban mi rango y nacionalidad…

Me sorprendí de la obediencia de todos los hombres a las órdenes de su superior, de donde yo venía, eso de la obediencia absoluta era relativa.

En cuanto el que parecía que estaba al mando se dirigió a mí, guardé mi espada y me cuadré conforme me habían enseñado. Pude ver todas sus insignias, era un pez gordo de Castellum, se ve que en la persecución había acabado aquí sin darme cuenta. Esa es la razón que explicaba la gran destreza de todos los presentes, es bien sabido que éste es un territorio eminentemente militar.

- Mi nombre es Lilith, soldado del imperio, general. No sé cómo he llegado aquí, supongo que en algún momento crucé la frontera sin darme cuenta.

Al escuchar las palabras del soldado solo una mirada severa se enmarco en mi cara, pero no era dirigida hacia ella, sino, por la incompetencia de la guardia local a no detectar esta pequeña incursión-.Olaf-. Digo sobriamente mientras un enano con armadura tercios y cara de pocos amigos aparece desde la formación-.Quiero que disciplines a la guardia de este pueblo para que aprendan las consecuencias de dormirse en los laureles-.Sentencio al mismo tiempo que Olaf golpea su pechera con fuerza en señal de afirmación, desapareciendo del lugar.


Una vez hecho eso vuelvo a mirar con detalle a la muchacha la cual tenía claras evidencias de fatiga y con un enorme suspiro digo.
-.Aerin-. Aparece una bella elfo, la cual llevaba una impecable armadura con símbolos que la identificaban como mi segunda-. Dale a Lilith un caballo y guíala al campamento, una vez ahí veremos qué hacer con todo esto-. Manifiesto mientras ordeno a mis hombres marchar de vuelta-.Adelante-. Digo cortésmente a la soldado-. ¿O tienes dudas que te aquejen?-. Sentencio esperando la respuesta de la mujer bestia…

Aerin: