Conversacion casual (Augusto)

Estaba en una taberna de la ciudad fronteriza con el Reino de León del Imperio, Ronus, la cual estaba bastante militarizada, y sobre todo, cuasi-abandonada, pues la mayoría de las personas habían huido por la cercanía de la guerra con esta ciudad. Ahora yo me encontraba allí como si nada. Hacía poco había matado a un grupito de malditos perros del imperio, y ahora me encontraba inspeccionando sus fuerzas, más aún, aprovechaba el hecho que se estaba en guerra para ir ofreciendo ventas por aquí y por allá, pues tenía bastos conocimiento en el tema de la herrería, por lo que hacer chucherías bonitas para los soldados los hacía pagar una gran cantidad de dinero por mis armas.

Allí me encontraba yo, en una de las tabernas medianamente abarrotadas del lugar, con mi capucha negra, mi armadura, y mi espada de gemas rojas y acero oscuro puesto al lado mío, mientras llevaba una mochila en la cual se podía observar las hermosas manufacturas de las armas que llevaba vendiendo, en eso me pasaba el rato, además de ir escuchando lo que iban hablando todos los soldados.

Nos habían llamado desde el norte para verificar las defensas de este lugar, fue un viaje largo y tranquilo…bastante tranquilo para mi gusto…  

Al llegar lo primero que noto es la baja disciplina de los soldados regulares y la falta de mantención en diversos temas de defensa y abastecimiento, una herejía para nuestro gran emperador.

Mis primeras medidas es que las dos legiones de tercios, que me acompañaban desde Castellum, comenzaran con una limpieza total en la ciudad, castigando y disciplinando todo oficial inepto que se encuentre en el lugar y/o todo ser que pueda interferir en la defensa, hacer un reporte completo de las condiciones en que vive nuestro hermoso pueblo, toque de queda y reforzar las patrullas en todo el sector, tanto en Ronus como en un perímetro de 5 kilómetros alrededor de este asentamiento, ya que me habían informado que un grupo de soldados inexpertos fueron encontrados muertos hace pocos días atrás…

Una vez dado las ordenes de una reingeniería total, llego al bar con mi grupo más cercano de  oficiales para relajarnos después de un intenso día. Entre ellos, se encontraba un enorme norteño pelirrojo, un orco no tan feo para ser un orco y mi mano derecha, una bella alto elfo llamada Aerin, que se encontraba equipada con una armadura híbrida entre manufactura elfica e imperial, un sable elegante guardado en su funda que bailaba sensualmente en su cadera al momento que ella caminaba y con un tosco arco de caza que guardaba celosamente en su espalda.


Miro el lugar minuciosamente y detecto a una sombría persona sentada en la barra de este deprimente lugar. Les ordeno a mis hombres que descansen y se relajen mientras les hago una sigilosa seña, ellos saben lo que significa…

Me acerco a la barra, estaba vestido con una enorme capa de piel de color negra que era presionada por mi enorme espadón, mi armadura pesada, del mismo color que mi capa, sonaba serenamente mientras entre pasos se podía ver diferentes expresiones, marcadas en el metal de mi coraza, de batallas pasadas.

Una vez allí, pido un enorme jarrón de cerveza negra y miro al extraño hombre-.Interesante lugar para encontrar a un herrero ¿no crees?-. Digo sin mirar al hombre, como si estuviera hablándole al viento, con un tono casual y tranquilo…

Miré al viejo de arriba hacia abajo en una mirada rápida. Observé los detalles y la manufactura de las cosas que traía, y de inmediato intuí que era alguien importante. Di una mirada rápida a los alrededores, y obviamente noté que estaba protegido. Lo hubiera matado de encontrarlo solo, habría sido un buen dinero tomado de su cabeza, pero por ahora, realmente no era una buena idea arriesgar el cuello. Lo miré nuevamente y respondí mientras hacía un asentimiento de cabeza desde mi asiento;

-Siempre que hay guerra, es cuando los herreros son más buscados, ¿No? Para nosotros no hay negocio más grande que la guerra, aunque claro, no es algo que sea así para todos. Hay pocos herreros que buscan crear arte con sus obras...pues yo busco un poco de las dos. No hay mejor arma, que una excelente arma hecha para matar, y así también como para sorprender a los oponentes. ¿Se imagina matar a un rey con una espada de un campesino? ¿Que poco épico, no? No hay nada mejor que tener un arma de buena calidad, que uno se asegure que será lo necesario para traspasar las escamas de un dragón en caso de necesitarlo. ¿Y usted, quién es si se me permite preguntar? -Pregunté, observándolo.

Detecto la mirada analítica de aquel hombre, la cual la ignoro, no me interesaba ya estaba acostumbrado a las miradas de ese calibre gracias a mis queridos amigos de la teocracia.

Tomo mi enorme jarra y le doy el primer sorbo, uno largo y lento, disfrutando del amargo sabor de la cebada, escuchando atentamente lo que él decía.

-.Incluso con un arma de un campesino puedes asesinar un dragón, solo necesitas táctica y a los hombres indicados, lo importante son las consecuencias de aquel acto y lo preparado que estés para asumirlas-. Digo con un tono tranquilo, pero seguro, dando a entender que ya me había enfrentado con aquellas lagartijas gigantes y no con los mejores equipamientos-.Pero sobre la calidad del equipamiento tienes toda la razón, es imposible solo valerte con tu cerebro… especialmente al momento de cargar contra tus enemigos-. Bebo nuevamente otro largo sorbo de cerveza-.Me llamo Augusto Máximo, un gusto-. Le estrecho mi mano para luego mirarlo directamente a los ojos-. ¿Y tú? ¿Con quién tengo el gusto de compartir mi cerveza?-. sentencio, manteniendo mi globos oculares en la misma posición.

Lo observé extrañado, y negando con la cabeza, comenté;

-Nunca he contado con hombres con los que luchar a mi lado, así que no se si las armas de un campesino me servirán. Siempre me he valido de mis propios esfuerzos para vencer a mis enemigos. Soy un guerrero, no un general. -Dije, mientras sonreía, pensando en lo gracioso, quizás, hasta cómico, que habría sido un combate entre los miembros de mi clan y un dragón.

Una vez escuché el nombre de la familia recordé que la había escuchado desde hace muchos siglos atrás al estudiar historia, más no mostré ningún tipo de sorpresa en mi cara, pues era algo típico para mi oír nombres que se podían remarcar en la historia. Lo miré una vez que me ofreció su mano y la estreché, respondiéndole;

-Soy Darkon, herrero, viajero y mercenario. Veo que las cosas en la frontera se pondrán movidas para tener a alguien de una familia tan importante por aquí, ¿No? Supongo que era de esperar siendo que el Reino de León ha ido avanzando lentamente a través de los terrenos del Imperio. -Dije, mientras lo miraba beber, siendo que yo estaba tranquilo en mi asiento.

.Un camino muy respetable, pero en algún punto de tu vida, contar con valientes camaradas a tu lado hará que tu carga se haga más ligera-.Genero una sonrisa jocosa para luego seguir con mi furiosa degustación-. ¿Conoces a mi familia?-. Pregunto sin ninguna emoción agregada-.Entonces sabrás que solo he venido a poner en orden todo este lugar de una puta vez, nada más ni nada menos -. Lo miro de reojo mientras mis ojos se desvían a sus mercancías-. Ya que eres un herrero Darkon ¿le podrías mostrar tus objetos a este viejo guerrero?-. pregunto mientras llamo, de forma llamativa, a Aerin para venga a ver las cosas que nos puede ofrecer este extraño personaje…

Observé al hombre hablar sobre sus camaradas, y le dije;

-Puede ser, pero siempre vivirá la ambición del hombre dentro de su corazón. Puede que sus propios camaradas terminen asesinándolo por poder, y cuando eso pase, ¿A qué camaradas le pedirá ayuda? Para ellos usted les sirve mientras tenga poder, o tenga el potencial de ganarlo, de otro modo, lo desecharán. Por eso prefiero valerme de mis propias habilidades. -Dije, con tranquilidad.

Confiaba plenamente en mis habilidades, y si bien, sabía que indudablemente el contar con buenos aliados podía proporcionar una gran ventaja. Había acertado, el había ido a ordenar las cosas en el lugar. Lo único que me sorprendía era que realmente, cuando había llegado si bien la ciudad parecía bien defendida, todos se notaban extremadamente confiados por el hecho de ser "más gente". Me preguntaría por cuanto tiempo les duraría esa confianza. Una vez me preguntó por los objetos, saqué una daga, y tres espadas, y mirándolo le dije;

-Estas dos espadas son de una calidad mucho mejor que un herrero común, pueden servir hasta en los mejores combates y no se romperán. La daga de la misma manera es de muy buena manufactura, resistirá incontables combates antes de romperse. Y esta espada...es mía, no la vendo, pero se la quería mostrar. -Dije, y haciendo un gesto con mi mano, la espada, cuyo acero era de color rojo sangre, comenzó a marcar un gran número de runas a través de la hoja hasta encender en llamas, dando la impresión de ser un fuego tan ardiente como la propia lava de un volcán en erupción, al punto que mucho de los soldados que estaban allí se asustaron por la calidad del arma.

-Si es ese el caso, jamás fui digno para servir al glorioso emperador y los traidores, caerán en desgracia con la justicia de Castellum-. Digo seguro con un fuego impasible en mis ojos, ya que la doctrina que se profeta en mi tierra no cabe lugar para la traición y si hay, es tan insignificante y los castigos tan atroces que no se atreven a un levantamiento.

Nuevamente le di otro sorbo a mi jarra mientras Darkon acomodaba las armas y mi segunda al mando se acercaba con una fría mirada que contrastaba con sus ojos llenos de curiosidad.

-.¿Me permites?-. Pregunto mientras tomaba una de las dos espadas y las miraba con detalle, eran bellas y elegantes, de un metal fino que podría competir contra las forjas más exigentes de mi patria-.Bellos trabajos hay que decirlos-. Exprese al mismo tiempo que le paso la espada a Aerin para que la revisara y calmar por fin su emoción.

-.Pero claramente la protagonista de esta pasarela es aquella que brilla con un fuego antinatural ¿Cuál es su nombre?-. Pregunto interesado, es agradable dejar de hablar de tácticas y de guerra de vez en cuando…

Escuché al viejo hablar desde el fanatismo, y mirándolo, le sonreí, diciéndole;

-Pues para ser digno tendrás que ser bueno luchando a solas, como lucha en grupo, general, pues cuando hay una guerra, es cuando los soldados se dan más vuelta las capas, y si cree tan ciegamente en ellos, podrán darle una apuñalada que no se esperará en el peor momento. -Dije con una sonrisa.

Luego de eso dejé que observara las armas con paciencia, y una vez reviso mi arma le dije;

-Se llama Argudaval, Lengua de Fuego. La he creado con los materiales de más fina calidad que he encontrado, así como minerales especiales para darle propiedades antinaturales, así es como he puesto las runas que cubren su hoja. Es un arma especial para luchar contra cualquier enemigo, especialmente contra los seres que sean asiduos al frío, con esta espada, podría cortar un dragón azul como mantequilla caliente. -Dije, mientras miraba la hoja y esta se volvía a apagar, haciendo que todos quedaran mucho más tranquilos en el local.

-.¿Y tú crees que he llegado a ser general solo por tener este apellido?-. Pregunto serenamente mientras golpeo, con fuerza, la jarra que ahora esta vacía en la barra-.Así no funciona, al menos no en mi tierra… allí no existen los famosos generales de oficina… además veo que no conoces al tipo de soldado que se forma en Castellum... algún día, si las probabilidades lo conceden, os mostrare a que me refiero-. Digo con una sonrisa mientras pido otra jarra de cerveza…


Al ver la espada haciendo ignición, me recordaba a una parecida que usaba un líder bárbaro del norte al momento que oprimimos su patético levantamiento armado-.Bonito objeto, hay que decirlo y un poco nostalgico-. Exclamo mientras observo, de reojo, como mi elfa mira las armas con cierta admiración, especialmente aquella que ardía-. ¿Y cuáles están a la venta?-. Pregunto sin tapujo mientras doy un sorbo a mi nueva jarra.

Escuché atentamente sus palabras, y sonreí. Quizás algún día nos veríamos en combate...quién sabía. Aunque claro, yo no me metería en lo profundo del imperio siendo que había tantos problemas con la Teocracia. Lo miré unos segundos y finalmente, tras su pregunta le dije;

-La mía claramente no está en venta, claro. Pero estas otras bellezas...claramente no son mi mejor trabajo, pero puedo asegurar su calidad. Como usted es un general y me podría conseguir mas socios, se la podría dejar cada una en...60 monedas de oro. Me sorprende que usted no lleve armas como estas siendo un general a decir verdad...¿Además de la guerra, usted tiene una profesión distinta, general? -Pregunté mirándolo, mientras le dejaba las armas para que las mirara nuevamente.

Escucho con atención lo que el extraño hombre me dice-.Llevo estas humildes armas por que les tengo aprecio, un argumento estúpido de un viejo nostálgico-. Expreso decidido, observando la punta de mi vieja mandoble que me ha acompañado desde que comencé a servir en el ejército-. ¿Una profesión distinta?-. Me pregunto en voz alta mientras observo a mi segunda al mando-. Claro, soy curtidor en mi tiempo libre… pero si quieres hacer negocios conmigo y te presente más gente para expandir tu negocio…-. Lo miro directamente a los ojos-. Debes ser sincero conmigo Darkon…-. Hago sonar mi cuello para luego seguir-. Ya que no creo que un No-humano como tu este vagando por tierras imperiales solo por negocios orientados a la herreria ¿no? ¿O me equivoco?-. Sentencio, con el mismo tono relajado de siempre, pero esta vez con mi mirada clavada en sus fríos ojos.

Escuché atentamente sus palabras y sonreí, pues sabía que yo debía ser muchísimo más viejo que él, y aún así, siempre iba modificando y mejorando mis armas. Lo miré y unos segundos y le dije;

-Nadie dice que uno no le tenga aprecio a las armas, pero si les tiene aprecio, guárdelas para usted y téngalas como recuerdos. Ocupe algo mejor para el combate. -Dije, con mucha sinceridad. Cuando escuché sus palabras me llamó mucho la atención...un curtidor, me podría ser de mucha ayuda si lograba hacer tratos con el a largo plazo, y debía ser bueno, o si no no habría asumido que le preguntaría sobre hacer negocios, lo que me hizo sonreír un tanto. Cuando me pregunto sobre que hacía por esos lugares, le respondí con una parte de la verdad- Ando buscando a otros de mi raza. Tengo asuntos pendientes con muchos de ellos, así que estoy explorando las tierras de todos los países buscándolos. -Dije, con tranquilidad.

-.Tienes razón, quizás ya es hora de guardar esta vieja mandoble… pero creo que lo haré cuando decapite a  un par más de hijos de puta ¡ja!-. Exclamo con alegría, dando un enorme sorbo a mi jarra-.Pero por mientras creo que seleccionare la sucesora de mi vieja compañera-. Comienzo a observar con más detalles las espadas, deteniéndome en una mandoble que el no humano había sacado hace ya varios minutos atrás-.Esas cuentas deben ser muy serias como para atreverte a incursionar en un país en donde los perros de la teocracia tienen una fuerte influencia-. Digo con una pequeña mueca de asco mientras comienzo a acomodar mis puños en la empuñadura del arma, en lo personal no creo que me esté contando toda la historia, es obvio que oculta alguna mierda en aquella mirada-.Pero mientras aquella búsqueda no involucre a gente inocente podria hacer lista gorda a algunas cosas… y así pactar un acuerdo que nos benefició a ambos-. Exclamo ya haciendo pequeñas maniobras con el mandoble-. Tengo una Legión y oficiales fanáticos de las armas-. Señalo sigilosamente a mi segunda que miraba con deseo un sable-.¿captas?-. Sonrió jocosamente al vampiro.

Escuché atentamente las palabras del general mientras reí de igual manera ante su comentario, era una lástima que un humano tuviera que morir. Observándolo, escuché sus palabras y finalmente respondí;

-Yo no mataría un inocente, iría en contra directa de mi código de honor. Lo que yo si creo, es que aquellos malditos que han cometido crímenes atroces deben pagar con la peor de las muertes, aquellos que juegan con la vida de las personas deben pagar con la peor de las muertes. -Dije, con una determinación tal que mis palabras iban llenas de odio, al punto que mis ojos rojos brillaron de un color aún más brillante por unos segundos. Noté ese cambio y me calmé, y volví a hablar- No se preocupe, general, si usted me necesita, siempre me podrá encontrar, aunque la verdad voy viajando por todos los lugares que puedo. He pasado desde las tierras malditas del Archipiélago de la desesperación, hasta las tierras de los clanes del norte o el Reino de León, la verdad, voy allí buscando información. Si tiene algún lugar al cuál le pueda enviar cartas, le escribiré y le iré contando donde puede contactarme, y así podremos comunicarnos. -Dije, mirándolo.

Las palabras cargadas de pasión y rencor, fueron suficientes para saber que hablo con alguien que dice la verdad, en aquellas silabas puedo sentir un objetivo, una misión, un destino que debe cumplir en post de alguna venganza de alguna naturaleza desconocida-.En ese caso no habrá problemas-. Digo sonriendo y mirándolo directamente a los ojos, pero no era un gesto analítico ni nada por el estilo, era una mirada entre veteranos que han vivido el mismo averno una y otra vez sin parar, que observaron como camaradas y amigos se han ido por culpa de la eterna guerra.

-.No digo que trabajes para mí, solo quiero que equipes a mis mejores hombres a cambio, aparte de oro, te ofrezco un “pase libre” por las tierras del imperio-. Hago sonar mi viejo cuello-.Solo debes estar siempre en compañía de algún soldado de mi estirpe y estarás a salvo de cualquier idiota fundamentalista… Solo no debes meter tus narices en los intereses del gran emperador-.Guardo el espadón en su funda-.Si quieres contactarme, solo debes usar cuervos y enviarlos a Castellum, ellos sabrán que hacer ¿Qué te parece?-.sentencio mientras me saco mi guantelete para estrechar mi mano a Darkon.

Sonreí mirándolo, y le dije;

-¿Que me ofrezca oro y le fabrique equipo a sus hombres no es trabajar para usted? Si no es eso, no se que podría ser. -Dije con una gran sonrisa, pensando que quizás al hombre de avanzada edad le estaba llegando la andropausia. Lo miré y le dije- ¿Por qué no mejor en ese caso me haces un dictamen real? Servirá mucho mejor. Además, así no necesitaré de tus hombres, además, me sentiría preocupado por tener que proteger a tu soldado de los peligros que pueda enfrentar en mis viajes, pero lo de los cuervos me parece perfecto. De hecho, no se si lo asumiste, pero a parte de hacer espadas, las armaduras también son parte de mi especialidad. -Dije, mientras me sacaba la capa, y mostraba mi armadura.

Mi armadura parecía hecha de un metal parecido al acero, pero este tenía una apariencia porosa, incluso, si el lo notaba atentamente, podría fijarse que efectivamente era acero, pero parecía tener aleaciones mágicas que le hacían poroso, además de ser extrañamente muy oscuro, al punto que se podía notar como si tuviera un aura de oscuridad que se moviera a través de esta.

-.¡Ja!-. Expreso ante el sarcasmo del vampiro-.Si pidiera que trabajases conmigo te llevaría hacia las forjas de Castellum-. Digo tomando nuevamente mi jarra con cerveza-.Y no subestimes a mis hombres ellos saben protegerse muy bien de cualquier peligro-. Hago sonar mi cuello, cerrando por un momento mis ojos para meditar el resto de las palabras del no muerto para luego abrirlos y notar que aquel hombre se habría sacado su capa para mostrarme su armadura. Habría que ser un estúpido que aquel trabajo de artesanía estaba a la par, incluso superior, a los trabajos más finos de la manufactura enana-.Interesante muchacho, muy interesante-. Digo tranquilamente, no era que no me impresionase, sino, que ya estaba acostumbrado a ver cosas que destruyen fácilmente la línea que separa la racionalidad de lo estúpido y esta armadura estaba entre los primeras treinta.- ¿Y?-. Bebo otro sorbo-.¿qué propiedades tiene?-. pregunto, tocándome la barba lentamente, interesando en un nuevo negocio.

Observé atentamente lo que decía, pensando sus palabras, para luego hacer un análisis;

-He visto sus hombres moverse, hombres de determinación, de fuerza, pero les hace faltar la chispa que separa un héroe de un simple soldado. Ellos sin un comandante, sin un líder, no serían más que cualquier otro soldado raso. Ellos son hombres de manada, sin su grupo no serían un problema para gente como yo. –Dije, con naturalidad, después de haber estudiado por un rato durante la estancia de ellos a los soldados.

No sabía si le molestaría el comentario o no, pero era la verdad. Había una línea que siempre separaría a los hombres de los verdaderos héroes, y esa línea usualmente estaba muy clara, y sus hombres estaban lejos de ser héroes. Luego, al escuchar su pregunta sobre mi armadura, le respondí;

-Básicamente es capaz de aumentar las habilidades básicas de cualquier ser, además de ser increíblemente resistente ante el daño de cualquier arma, me ayuda notablemente a resistir los ataques mágicos. A ti te serviría bastante una armadura como esta. –Dije, mirándolo.

-.Puedes tener razón muchacho, mucha razón… en mi tierra se les ha adoctrinado para funcionar como un solo cuerpo, como un solo ser al momento de combatir pero algo que es seguro que seguirán sus órdenes hasta la misma muerte-. Digo con una enorme sonrisa, tenía que dejar en claro que no era el clásico viejo de mierda que no acepta criticas de las falencias de las cosas que lo rodean, al contrario lo encontraba algo muy efectivo y refrescante-.En cualquier caso… si no quieres llevar a algún tercio de mi confianza… Aida-. Sentencio mientras la bella elfa me pasa un viejo brazalete que tiene incrustado el símbolo de Castillum y de mi legión-. No estoy autorizado para dar dictámenes reales, por obvias razones, pero con esto podrás viajar libremente por gran parte del territorio imperial… pero trata de evitar aquellos lugares donde la teocracia tiene sus tentáculos… nuestra relación no es muy buena que digamos-. Mi sonrisa se intensifica mucho más al recordar las veces que hemos lanzado a fosas comunes esos perros fanáticos…

-. ¿Una nueva armadura, eh?-. Pienso en voz alta mientras toco mi vieja coraza llena de hendiduras y marcas de batallas-.Me interesa…-. Doy otro sorbo a mi jarra-. ¿Es posible que puedas crear una que amplifique mis capacidades de resistencia que de combate directo?-. pregunto al mismo tiempo que le quito una miga de pan que se encontraba en los labios de mi oficial, pensando que mi prioridad es resistir todo el daño posible para seguir inspirando a mis hombres en el frente de batalla…

Observé con sorpresa el brazalete que me entregaba el abuelo, y mirándolo se lo agradecí;

-Muchas gracias, esto me servirá bastante. No dudo que tus tropas vayan a escapar de la batalla, de eso estoy seguro, pero asegúrate de nunca dejarlos separados o las cosas se pondrán feas. Por lo demás, ¿Por qué tienes tanto cuidado con la teocracia? Pensé que solo perseguían a las razas no humanas y que serían otra rama del Imperio. –Dije, mirándolo. Luego, al mirar directamente a su estatura y las características de la armadura por la que preguntaba, lo miré y le dije- Mire, hagamos una prueba. Déjeme tomar su espada. –Dije, y tras eso, la lancé directamente con mi armadura, no usando mi fuerza sobrenatural, si no la fuerza con la que se golpearía cualquier arma. La espada rebotó- Esta armadura cuesta bastante oro, pero es inigualable, de todas formas estoy trabajando arduamente en mejorar mis habilidades, y planeo en algún momento hacer armas que nadie más sea capaz de hacer. Pero si, podría hacer otra especialmente para usted. –Dije, mirándolo.

Hago un amable gesto con mi cuello ante los agradecimientos del vampiro-. ¿La teocracia?-. pregunto como si una comezón comenzara a atacar mi cabellera-.Esos bastardos son solo perros inútiles que obedecen a dogmas de dioses que han muerto hace milenios, retrasando el avance de este Imperio… si esto sigue así todos nos iremos a la mierda…-. Manifiesto con toda sinceridad-. Ahora ¿porque lo míos no pueden beber una jarra con esos hijos de puta?-. Miro a unos de mis tercios, un orco y un enano que competían por quien bebía más cerveza-. Simplemente observa a mis tercios, hombres, mujeres, no humanos, diferentes razas unidas por un solo objetivo-. Vuelvo a sonreír-. Y si le sumamos que mi nación no le lame las botas a ningún dios y que hemos masacrados a unidades completas de inquisidores… bueno… ya con eso tienes la historia bien clara ¿no?-. Una ronca carcajada salen de mis viejas cuerdas vocales mientras pido otra jarra.

Observo con mucho interés los efectos que tiene la espada sobre el metal de la armadura de Darkon, era fascinante y sabía que oportunidades como estas se dan muy pocas en esta vida-.Me interesa-. Digo sin tapujos-.Hazme aquella armadura, una digna para un general y que al verla los perros de la teocracia les arda el ano… ¿hay que darse lujos de vez en cuando, no muchacho?-. Sentencio al mismo tiempo que le estrecho la mano al vampiro para pactar el siguiente acuerdo.

Escuché atentamente sus palabras, y asentí pues creía lo mismo que él, los dioses habían muerto mucho tiempo atrás, era la época de los hombres. Lo miré y añadí un poco a mis palabras;

-Lo problemático, es que parece que la influencia de la Teocracia no ha hecho más que avanzar con el tiempo, por lo que la Teocracia podría en un futuro llegar a provocar una guerra civil. -Dije, con seriedad, seguro de mis palabras. Luego, me sorprendí muchísimo, y le dije- Vaya, jamás hubiera pensado que alguien iría así como así directamente contra al Teocracia. ¿Por qué estas haciendo eso? ¿Cuál es la posición directa del Emperador sobre eso? Me sorprende mucho la forma de la que suceden los hechos para llegar a ese punto. -Pregunté, muy impresionado.

Escuché atentamente sus palabras y pensando, a medida que iba revisando mi mochila, sonreí pues tenía todo para hacer una armadura de una calidad parecida a la mía, una vez hecho esto lo miré y le dije;

-Bien...me bastará toda una noche. ¿En este lugar tendrán una maldita forja? Si usted es capaz de desocupar alguna que estén usando sus hombres, la podré preparar para comenzar a trabajar la armadura, que es un trabajo muy difícil. -Dije, mirándolo.

-.Y que lo digas, la Teocracia a infectado varios reinos que antiguamente eran aliados más fieles del Imperio… pero han caído ante aquellas falsas promesas de poder y superioridad racial que solo contribuye a la eliminación de la razón y de la crítica empírica… indispensable para el desarrollo de cualquier nación, ahora, ahí es el punto del porque mi estirpe ha estado siempre en contra de esas estúpidas supersticiones-. Suspiro de una forma lenta y pesada como si estuviera siendo testigo de una muerte anunciada-.Ahora, nuestro Emperador no puede hacer nada más que mantener a nuestros dos reinados encadenados y con bozal… aunque nos cueste aceptarlo la religión es un pilar fundamental en la sociedad del resto del Imperio y nosotros somos el brazo armado más importante del reino… en pocas palabras ambos somos necesarios, al menos por ahora…-. Le guiño el ojo al vampiro dejando entender que las guerras se ganan con soldados y no con filosofías religiosas…

-.Perfecto, sígueme-. Digo mientras me paro y dejo monedas de oro en la barra.

Una vez fuera del bar, comenzamos a caminar por las heladas y militarizadas calles de la ciudad llenas, ahora, de tercios y no de soldados regulares. El viaje no duro más de media hora en el cual solo se mantuvo un agradable silencio, yo estaba acompañado de mi segunda, el orco y el humano que mantenían una seria pero relajada mirada. Al llegar al castillo los guardias tercios me dan una marcial bienvenida para luego guiarme al interior del castillo, hasta las viejas pero fiables forjas de esta ciudad.

-.Acá están, pueden parecer antiguas pero te aseguro su calidad ya que esta forja fue instalada por Castellum hace ya varias décadas atrás, creo que cuando aun bebía en el pecho de mi madre… es toda tuya-. Digo a la vez que me siento y ordeno a mis hombres dejarme solo con mi nuevo invitado-. ¿Te molestia si veo?-. Pregunto mientras le paso una gruesa copa con hidromiel en su interior, para luego sentarme en una vieja banca de metal.

Escuché atentamente sus palabras con respecto al imperio y a la teocracia, y finalmente le comenté;

-Es una lástima. El Emperador debería encargarse de unificar el imperio, no dejar que se destruya a pedazos. ¿Qué sabes de los señores de la Teocracia? ¿Son un círculo? ¿Cómo funcionan? No creo que las cosas sigan funcionando a cómo funcionaban antes de la creación del Imperio…-Digo, con tranquilidad, demostrándole, un pequeño detalle de la antigüedad que tenía en este mundo.

Levanté y guarde mis cosas, y comencé a seguirlos por la fría noche. Iba mirando atentamente a los “guardias” del general. Cuando la elfa me miró, y mostró inseguridad ante mis ojos rojos, no pude evitar sonreírle y guiñarle un ojo, solamente para incomodarla más. Luego, miré al orco, y observando sus armas y su postura, le dije;

-Anda, no te ves tan duro. He visto elfos más duros que tú. Ella se ve que podría darte una paliza. –Dije, provocándolo, para luego reírme abiertamente de él.

Iba siguiendo a los hombres adentro del castillo con mucho interés, y no podía ir evitando fijarme en cada detalle del lugar, quizás, me podría servir a futuro. Una vez dentro de las forjas, observé atentamente el lugar, y dejé mí pesada mochila que cayó, haciendo un sonoro ruido. De allí fui sacando herramientas que se veían antiguas, pero hecha de un mineral que pocos podían dudar de su calidad, sombreum, un metal enano que solo se conseguía en los clanes del norte. Además, se veía muy antiguo y con runas a través de todos los materiales que allí había. Una vez hecho eso, saqué un grupo de cristales, que iban desde la más perfecta oscuridad, hasta uno que brillaba como si tuviera lava dentro de sí. Mirándolo le dije;

-Para hacer una buena armadura, debes decidir de qué minerales te gustaría hacerla. Fuego, oscuridad, luz, agua, tierra, aire. Debes elegir dos de ellos. –Dije, mirándolo.