Sentado en el campo de los muertos (Aengus)

Eran los extremos más cercanos a la frontera entre el Imperio y el Reino de León, y me encontraba deambulando principalmente, buscando alimento. Llevaba mi arma desenfundada, escondida entre los ropajes de mi gruesa capa. Tenía suerte que no nevaba, y que esta zona tenía bastantes arboleadas, pues me permitía moverme de sobra en sobra en absoluto silencio, y por más que estuviera con mi armadura, mis habilidades y entrenamiento me permitían moverme con absoluto silencio.

A lo lejos, a medida que avanzaba por el lugar, observé una pequeña fogata, por lo que, interesado, decidí avanzar hasta ella. A medida que me acercaba, me preguntaba porque había gente allí, si las patrullas más cercanas estaban mucho más alejadas de esa zona, y una vez me acerqué a la zona, lo comprendí.

Podía ver un grupo de no más de cinco imperiales, de los cuales estaban tres bebiendo alrededor de un pequeño fuego, mientras uno vigilaba un tanto alejado, y otro, hacía un acto horrible. No tardé en darme cuenta, por los gritos, de que debían de haber tomado algún prisionero, y ahora estaban cayendo a sus deseos más prohibidos.

A medida que me acercaba observé como ellos estaban esperando ver como violaban a una mujer, el que la tenía la golpeaba una y otra vez, mientras los otros se reían y bebían. Mi sangre ardió, y mis deseos interiores solo me hicieron acelerar el paso. Aparecí detrás del único guardia y le rajé la garganta, para luego decapitarlo y beberme su sangre, dejando caer su cabeza poco a poco en el piso. Me acerqué a los otros tres, y partiendo por el del medio, atravesé con mi espadón directamente su pecho, sacando sus víseras de un solo golpe, para luego dejarlo caer.

Las caras de horror de los que allí quedaban solo era satisfacción para mí. Agarré la cabeza de uno de los otros, y apreté con toda mi fuerza las cuencas de sus ojos, provocando que sangraran profusamente, para luego tirarlo directamente a la fogata. El tipo que violaba a la chica hacía lo que podía para ponerse lo poco que le quedaba de honor y buscar un arma que había a metros de él, el otro ya había agarrado una pica, e intentando darme con ella, fue demasiado lento, pues con mi espada rápidamente le corté los brazos, para luego decapitarlo en un solo movimiento. Me acerqué al maldito violador, que tenía la espada en sus manos de forma temblante. Se la tiré a un lado, y luego, atravesando su vientre directamente, saqué sus viseras, y lo lancé a un lado, dejando que se desangrara y muriera lenta y dolorosamente.

Observé a la chica, y me dio mucha tristeza. Tenía marcas de tortura por todo su cuerpo, se notaba que la violación llevaba tiempo empezada, y se veía tan débil y herida que era obvio que no sobreviviría mucho tiempo más. La observé, mientras ella me devolvía una mirada débil, topándose con el rojo de mis ojos. Se los cerré con delicadeza y luego, con mi espadón, atravesé su corazón.
No le podía dar una muerte más rápida, pero, lamentablemente, había tardado mucho en llegar para lo que ella había sufrido. Busqué entre sus raídas ropas algún símbolo para identificar a su familia, y no encontré nada. Maldije, mientras arreglaba sus ropas rotas, y usando parte de las mantas que tenían los soldados, tapaba su cuerpo con delicadeza, para luego juntar todos los restos de los malditos soldados y dejándolos en una pila, a unos metros de los caballos. Me senté cerca de la fogata, y empecé a limpiarme las marcas de sangre, pues con la sangre de los malnacidos ya me había terminado de alimentar, y ahora limpiaría mis ropas antes de seguir mi camino.

Hacía tiempo que no podía tomarme mi tiempo para ir a un Esbbat, más que nada por la falta de tiempo y evitar levantar sospechas. Pero ahí estaba, abrigado hasta arriba y cargando de varias bolsas de tela, en las cuales habían diversos ingredientes que no podía conseguir en la capital. Y menos mal que los tenía o... en fin, no podría exponerme siempre.

Sea como fuere, exhausto y cansado iba divagando mientras surcaba los cielos. Hasta que una fogata seguida de unos gritos me llamó la atención. Fruncí el ceño, descendiendo un poco y viendo la dantesca escena. Podría...intervenir pero ¿podría enfrentarme a todos esos soldados? lógicamente no, no es que fuese un estúpido o un hechicero manco, pero sabía medir mis fuerzas. Justamente, cuando iba a pasar de largo, vi como alguien más se unía a la carnicería y...

Oh... jo-der... ¡PERO...! nunca había visto semejante carnicería. Y es que él, acabó con la vida de todos ellos. Bien, se lo tenían merecido, pero cuando mató a la muchacha ¿no podría darle una oportunidad? Fruncí el ceño, de nuevo, no era mi problema, y lo más sensato es hacer como que no había visto nada. Pero había algo que me diferenciaba de los soldados, y es que ellos no cuentan con el poder de la luz.

Descendí hacía abajo, a una distancia prudente, sacando un polvo de túnica, susurrando.- Iluminitia - El polvo ardió, formando una pequeña esfera de luz solar. No llegaba la luz hasta el vampiro, pero era lo que podría protegerme de él si no atiende a razones. Sí, iba a negociar con un ser como él, pero necesitaba un punte, algo que me pusiese por encima de mi madre.-He visto lo que has hecho. No quiero hacerte daño, pero ya he visto de lo que eres capaz. Quiero proponerte algo...- Me acerqué un poco, cerrando el puño un poco más, para que la luz se opacase un poco, y así dejar la escoba en el suelo.

Sentado sobre aquél tronco mientras me limpiaba, no me percaté de la persona que estaba observando la carnicería, y solo me di cuenta de su presencia hasta que este había conjurado. Tenía mi espadón cerca de mí de todas maneras, por lo que estaba preparado para un combate, pero no me había atacado, de hecho, me había comenzado a hablar. Asumí que si hubiera querido atacarme ya lo hubiera hecho, por lo que solo mantuve mi estado de alerta mientras seguía limpiando mis ropas;

-Quienes han hecho algo aquí son los monstruos que yacen muertos allí. Es interesante ver a alguien que no corre frente a semejante carnicería…y es más interesante aún encontrarse a un mago caminando a solas por estos lugares, ¿A caso buscabas lenguas y ojos de gatos? –Pregunté con una carcajada para luego decir- Bien, decidme que propones, me ha llamado la atención tu interés. –Dije, mirándolo, mientras mis ojos brillaban carmesí en la oscuridad.

Mi familiar volaba, por el lugar, vigilando mi vida y seguridad. En silencio, le miré, ya daba igual si me llamaba mago o no, pues era obvio que no era eso, aunque seguramente se había percatado.

Guardé silencio, debía pensar en las posibilidades que habían. Quizás era un simple vampiro que pasaba por allí, o realmente hacía honor a su armadura y era un caballero sangriento. Debía tantearle antes de darle información sobre mí.

-Busco un mundo dónde la hipocresía no sea la bandera ondeante que nos represente. Busco que aquellos que representen al orden no se comporten como demonios. Eso es lo que busco. Pero no sé si realmente representas lo que portas.- Le miré fijamente, acercándome y cerrando un poco más el puño para no herirle con la luz. Aún así, esta me envolvía como un halo protector.

-Quiero que la era de la magia vuelva, y acabar con la peste de nuestros enemigos, El Imperio y su religión. Y estoy más cerca de su corazón de lo que parece...

Observé atentamente al tipo que se plantaba a unos metros de mí, se veía bastante joven, y para lo que a mí respecta, no parecía saber nada de la vida. Solté una carcajada, y tras escuchar sus palabras le dije en silencio, mientras removía con mi espada el fuego que estaba suficientemente lejos de mí;

-Dices buscar gente para hacer el orden, pero el orden en sí sufre de imperfecciones. Dices buscar gente para ayudar a acabarte con tus enemigos, pero ni siquiera sabes que es capaz la persona que está frente a ti. Creo que te falta ver mundo, niño, para saber que los enemigos están en todos lados, y los amigos solo duran lo suficiente antes de que sus intereses conjuntos desaparezcan y decida matarte. –Dije, mientras levantaba la mirada, para proseguir- Es cierto que hay gente que es mi enemiga, y quizás, solo quizás compartamos enemigos, pero no te conozco, no conozco tus motivos y no sé si quiera si sería capaz de proteger a alguien que no conozco. Y más aún, ni siquiera se tu nombre. –Baje nuevamente la mirada, en dirección al fuego y le dije- Yo tengo una misión mucho más importante, restituir el orden de mi casa, y proteger a los que alguna vez fueron mis hermanos. Todos ellos han sido diezmados, y yo he pasado más tiempo del que me habría gustado durmiendo en una tumba. El tiempo está cambiando, y lo que buscas llegará inexorablemente. Los imperios son volátiles, lo único que no cambia, son los ideales, esas son las ideas que son capaces de mantenerte vivo. –Dije, terminando de hablar mientras oía el continuo crepitar del fuego.

Fruncí el ceño, de nuevo, me tomaban por idiota. Bueno, es mejor parecer idiota, que aparentar lo que no eres. Algún día, aprenderían a respetarme, pero ahora solo soy el hijo "dé" y aunque tengo un renombre y soy un topo. No dejo de parecer ser un niño, pero ¿qué podría hacer ahora?

O bien, le contaba mi realidad, o una de ellas, o intentaba atacarle y conseguir su cabeza para que me ganase un punto extra en la inquisición. Cosa que hacía peligrar mi tapadera de inútil, y pondría mi posición de escudero en un gran problema. Guardé silencio, no podría decirle nada.

-Comprendo, por seguridad de mi aquelarre y de mi familia, ni mi nombre, ni mi rango puedo darte. Pero, si por mi edad o mi aspecto vas a tirar por la borda una posible oportunidad.- Torcí una sonrisa irónica.- demuestra que el orgullo opaca todo resto de inteligencia que te quedaba.- Abrí mi puño, haciendo que la luz aumentase, no le dañaba, pero mantenía las distancias aún más marcadas.- Allá tú, parecías un caballero formidable, sabio y noble. Pero creo que solo se te puede definir con una de esas características. Una pena.

Solté una carcajada, las palabras del chico nuevamente me hacían reír, pero por un segundo el color de mis ojos se volvió más rojo. Los Eternus Regis eran muy dados a la violencia, pero como tenía un código de honor muy rígido, solamente apreté con fuerzas la empuñadura de mi espadón, antes que comenzar a hablar, usando mí lengua como mi mejor arma;

-Oh, yo no juzgo a nadie por su aspecto, ni mucho menos. Lo que juzgo son las palabras, y la determinación. La oportunidad de alguien que no tiene hechos no es para un hombre más que palabras, así como las apariencias igual lo son. ¿Por tener armadura soy un caballero? ¿Por la forma de la que me presento lo soy? La cara de las personas son más oscuras de lo que muestran, y como la historia cuenta, la caballería está muerta desde hace mucho tiempo, con la primera gran guerra del caos, probablemente, o la caída de tantas ciudades de sabios o gentilhombres que quedaban. Puede que sea un sabio, o no. Puede que sea un caballero, o no. Puede que sea un vampiro tan poderoso que tenga siglos de vida, o no. O puede que sea solo alguien con la piel albina que le gusta matar gente a la luz de la noche. Nada se puede saber, nada se puede conocer solo con mirar. Por eso mismo, ¿Es correcto preguntarle a un desconocido participar de una lucha de la cuál ni siquiera sabe si se podrá ganar? Creo que es más estúpido pensar que alguien te responderá si sin siquiera saber nada. –Dije, con una gran sonrisa en mi cara.

¿Acaso estaba tan desesperado por conseguir mi misión? por mucho que quisiese mejorar, conseguir poder y potencia... de nada valdría. Seguía sin superar a mi madre y me sentía penoso, e inútil. Había demostrado lo impulsivo que estaba siendo, y pese a que no había comprometido a mi aquelarre, había comprometido mi propia persona. Y ahora tenía alguien que podría atacarme.

Realmente ¿qué sería lo mejor? estaba cansado, y no veía solución a este debate. Tenía razón, y después de ver como había llevado su mano a la empuñadura de la espada... pensé en hacer lo más lógico. Retrocedí, abriendo el puño más, mientras que sin apartar la vista del vampiro, agarraba mi escoba para prepararme para volar. No me fiaba de él, y tras lo que dijo, no sería una buena idea.

¿Cobarde? pues podría decirse que sí, pero no iba a ponerme en peligro ante alguien que ha demostrado ser tan letal.

Observé al mago como se preparaba para irse, ¿A caso mis palabras habían tenido el efecto deseado? Eso era bueno, había ganado "la discusión". Sonreí´, y mirándolo, le dije mientas lo observaba arreglarse;

-¿Ya te irás? Pensé que intentarías convencerme, o que se yo. Si estabas tan seguro y dispuesto a luchar por unos ideales deberías mostrar la determinación necesaria para llevarlos a cabo, no quedarte solo en las palabras que eres capaz de representar. Además, ¿Qué temes? Si sabes defenderte, debes confiar en tus habilidades, ¿No? Además, si quisiera atacarte, ya lo habría hecho. -Dije, mientras lo observaba.

Me había interesado las cosas que había dicho, sobre todo sus planes, pues si había mucha más gente partícipe de eso, significaba que tarde o temprano combates a gran escala se podían dar, y quizás cambiar la historia poco a poco del Imperio podía ser algo muy interesante para todos, sobre todo por lo que él podía ganar de un evento de ese toque.

Aún, agarrando el palo le miré, no confiaba ni un poquito en él, pero no por ser él, si no, porque desconfiaba de todos y cada uno de los seres que habitan en Daswal. Esa, es una buena forma de sobrevivir, y mantenerse a salvo, la bondad es relativa y la maldad también, solo te queda saber jugar bien tus cartas.

- No se trata de temor, si no de precaución. No voy a poner en peligro mi vida si no es necesario.- Fruncí el ceño ¿quizás realmente estaba interesado o era una táctica para no dejar un testigo y que de ahí le persigan? yo no debería ni podría hacer eso. También tengo cosas que ocultar, así que me dejé llevar y cerré de nuevo un poco el puño, haciendo que la luz desapareciese.

-Vi mi oportunidad de buscar un aliado en ti, porque no conozco a nadie más que sepa usar la espada de tal forma. Y yo, debo de esconder y ocultar mi completo potencial. Por lo que... mientras esté rodeado de aquellos que no siguen mi causa, no podré defenderme con magia. E ahí, que me atreviese a hablarte.- Estaba desesperado, era obvio, pero era mi única oportunidad de encontrar a un guerrero capaz de matar o defenderme. -Y pobre, no soy, debo añadir...-

Escuche sus palabras con atención. Ciertamente lo que decía era muy lógico, aunque quizás, también, demasiado desconfiado. Yo no estaría más seguro de mis palabras si no creyera en ellas, y realmente si hubiera querido matarlo, ya lo habría atacado. Escuché con atención sus palabras, evaluándolas, para luego ir respondiendo uno a uno a las palabras que él decía;

-Que sea bueno con la espada no significa que comparta los mismos objetivos que tú, y aunque lo haga, hasta ahora, no estoy ganando nada con lo que me ofreces. Para responderte un poco, si me podría interesar un poco la caída del Imperio, pero quizás no por las mismas razones que tú. Yo trabajo como un mercenario, y trabajo para quién me paga más, y actualmente, estoy trabajando para el Reino de León como tal, pero solo lo hago para ganar tiempo, dinero y recursos, nada más. Mi misión…es algo mucho más personal y antigua de lo que quizás tú podrías saber. Quizás si me cuentas un poco más de lo que planeas hacer y las fuerzas con que cuentas podría interesarme más tu propuesta…o quizás no. –Dije, mirándolo, esperando que comenzara a hablar.

Miré de reojo al vampiro, frunciendo el ceño, apreté mi mirada para dar un paso hacía adelante. Mi puño se cerró un poco, viendo como mi familiar volaba en círculos sobre el vampiro. Me sentía incómodo ante su presencia, pero tampoco le quemaría con la luz que brillaba sobre mi mano.

- Yo no quiero destruir el imperio, si no a la Teocracia y lo que ella representa. Pero eso no se consigue con guerras, ni batallas si no con astucia. Quiero matarla desde dentro, envenenarla y hacer que entre ellos se maten. Causar la discordia y muerte entre sus sucios clérigos y bárbaros inquisidores. Y tras eso, ir tomando el control del Imperio y formar una nueva nación dónde los nuestros, o los tuyos no sean perseguidos. No estoy solo, y es que yo no soy nada más que una pieza del ajedrez que representamos. Pero una pieza importante.- Y más si lograba hacer lo que esperaba.

Observé como se acercaba más a mi posición, y no le di mucha importancia. Terminé de limpiar mi capa y dejé la espada en el piso cerca de mi paso, recordando mis pasos para saber el lugar donde descansaría esa noche. Escuché atentamente a sus palabras, y escuchándolo, le dije;

-Se como funciona la Teocracia, hay mucho que se cuenta que tienen un gran poder en varios países, pero no lo sé, habría que pensar que tan corruptos son o cual es su servicio para actuar. A veces hay gente que merecen morir, a veces no. No se si la gente deba ser juzgada por su raza, si no por sus actos. ¿Y como planean hacer lo que harán? Yo no soy alguien que se preocupe de intrigas, soy alguien que dirá las cosas directa y actuará de forma directa. Soy un guerrero, y siempre he actuado como tal. Ahora tengo un problema entre manos aún mas importante que la lucha entre los cazadores de vampiros y los nuestros, pero quizás sea algo importante. Estaría dispuesto a trabajar con ustedes, a cambio de un precio, claro esta, y ese precio, no será barato. -Dije, mirándolo directamente a los ojos.

- Son una organización sucia, lo sé de primera mano. Hay que limpiarla y la mejor purga, es la destrucción, como guerrero debes de saberlo.- Vi como me miraba fijamente, y no pude evitar sentir un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Sentía que había algo mal, algo que no estaba bien, que estaba en peligro. Quizás haciendo un trato con el viajero, pero aún así seguía adelante.

- Y claro, dime el precio... solo te comento que sé muchos detalles sobre el Imperio, hay veces que el saber vale más que el oro. Sin embargo, ya me dijiste que no te interesan las intrigas...- Musité mirando para otro lado, mientras que mi rostro dibujaba una sonrisa, irónica, enmarcada por mi ceja haciendo énfasis en ello.

Lo miré directamente, y con una voz seria y confiable hablé con claridad;

-La purga y la destrucción son cosas muy distintas. La purga se hace para acabar con un mal que no tiene arreglo. La destrucción es un caos sin sentido que destruye cosas que no necesariamente deben ser destruidas. Te diré algo, joven, pues claramente tu nombre aún no me lo has dado. -Dije, mirándolo a los ojos unos segundos, y levantándome, hice una pequeña reverencia a modo de saludo y me presenté- Soy Darkon Filomortal, un antiguo caballero vampiro, y más allá de eso, no te puedo decir. Como dijiste anteriormente, sí, soy un caballero, y como tal tengo principios que no pienso romper, y solo estoy dispuesto a romperlos por un bien mejor, así que si quieres que haga algo, tendrás que demostrármelo con anticipación. -Dije, mirándolo directamente a los ojos, y tras escuchar sus palabras, comencé a hablar- Quiero un pago por adelantado. Quiero oro, pues con ello puedo costear todo lo que necesito. Si eres de una familia con dinero, bastará una suma pequeña, y el resto que se me pague por cada trabajo que necesites. Quiero misiones y objetivos claros. Mis datos y trabajos nadie los sabrá, solo tú me darás las misiones y nadie más que tú. Si esto se logra ganar, quiero que siempre estés dispuesto a prestarme tus fuerzas militares, no te diré ahora el para qué, pero lo conversaremos en su momento, y por último, quiero la posición y lugar de residencia de todos los Vampiros más poderosos y antiguos del Imperio, además de toda la información que tengas de cada uno de ellos. -Dije, mirándolo directamente.

- Es la misma mierda, pero cagada de un agujero diferente. No deja de ser destrucción, solo que la purga es algo que consideramos justo. Yo sé que me llevaré por delante vidas inocentes de camino, pero ¿y cuantos de los nuestros han matado? ¿a cuantos nos han torturado? ¿violado como a esa pobre desgraciada? Y todo por su purga. Pues ¡que ardan en el fuego que encendieron! no tengo nada que decir, puedo ser joven. Pero he visto suficiente miseria como para no ser hipócrita.- Finalmente, guardé silencio, la palabra de un caballero me valía, por esa razón, no tenía nada más que añadir. Mi causa la conocía, y también el mal que levantaría, ahora ¿cual sería la suya? Al parecer debería investigar a Darkon, pero... había algo que me interesaba. Lo primero fue ¿vampiros en el Imperio?

Habían rumores, rumores de que los vampiros se colaban en la aristocracia, fingiendo ser humanos. ¿Pero hasta que punto sería así?- ¿Persigues a los de tu propia raza? ¿seguridad controlar su seguridad?- Pregunté curioso.- Es simple curiosidad, pero, te daré lo que me pides. No tendré problemas...- Quizás, localizando vampiros, tarde más, pero bueno, debería reunir a un par de brujos o magos. Ahora, a saber que escusa pongo con los magos.

Sonreí ante las palabras del joven, aún era muy inexperto a mi modo de ver para conocer las formas de la cuál yo las conocía, habían cosas que solamente los siglos de vida permitían comprender, por lo que no dije nada más acerca del tema;

-Mientras me des la información de los objetivos y el porque quieres asesinarlos, trabajaré para ti. -Dije, con voz simple. Luego de eso, escuché su pregunta y le di una respuesta simple- Digamos que estoy en busca de el resto de mi raza, el porque, quedará como un misterio. Mientras haga mi trabajo, ¿No te importa que pase con ellos, no? -Dije, con una sonrisa, para luego añadir- Ahora, ¿Me dirás tu nombre, o no? Yo te he dicho el mío, pero sigo sin saber nada de ti, a parte de tus motivaciones, no se nada, ni siquiera se como te encontraré. -Dije, mirándolo, mientras me cruzaba de brazos.

Le miré de reojo, no sabía ni debía confiar en él, ahora ¿le daría mi nombre? afilé mi mirada, entonando un susurro que debía controlar. Cerré mi puño, haciendo desaparecer la luz que me protegía, dejando de perturbar a la diosa de la noche. Las estrellas volvieron a brilla y la luz a ser la única luz reinante. Se hizo la oscuridad.

- Aengus. Y, me parece correcto el trato. Y para encontrarme... yo te encontraré a ti. - Miré de reojo a mi murciélago vampiro, el cual aterrizó, leyendo mi mente. Este se posó sobre mi hombro, y mirándole, sacó la lengua.- Si le das una gota de tu saliva o tu sangre, podrá rastrearte. Sin embargo, supongo que preferirás la sangre a besar con lengua a un animal. - torcí una sonrisa algo pícara, viendo como mi familiar parecía acariciarse con mi cuello, mirando al extraño.

Lo observé, preguntándome cuál sería su apellido, pero supongo que por ahora bastaría, quizás con el tiempo y contactos podría averiguar de quién se trataba. Escuché sus palabras, y levantándome, acerqué mi mano lentamente a mi espada. Se le notaban runas a lo largo de la hoja, además de un acero color rojo negruzco, con una hermosísima empuñadura, digna de un rey. Probablemente si Aengus ahora se fijaba en ella gracias a la luz de la fogata, podría notar que el arma tiene una edad inconmensurable, además de una calidad que solo podría catalogarse como "tesoro nacional". Lentamente hice que la empuñadura me hiciera una pequeña herida en el dedo, y acercándosela al murciélago, se la di, para ver lo rápido que se me cerraba la herida. Una vez hecho esto miré a Aengus y le dije;

-No me gusta para nada la idea de que me puedas encontrar. Además, yo voy por muchas partes, así que puede que no sea para ti tan fácil encontrarme. Hace poco vivía en el reino de los clanes nortinos, y solo hace unos cuantos años llegué al Reino de León. Por lo demás, eres un brujo, ¿No? ¿Sabes hacer cosas de brujos, como esos extraños cristales que ocupan? -Pregunté, mirándolo con interés.

- Por eso mismo.- Espeté de forma cortante, ahora algo más relajado.- dudo que puedas transportarte o volar sobre una cabra, escoba o un mortero. Por lo que encontrarte a ti, será lo más cómodo. Así es como la magia funciona.- Me encogí de hombros, sonriéndole para llevar mi mano a una de los múltiples bolsillos de la túnica.

Frío, y de aspecto tétrico, saqué un cristal que parecía irradiar y escupir sombras, consumiendo toda la luz que hubiese cerca de este. Como muestra de fe y que no era tan retorcido, desconfiado o ¿tramposo? como se me solía llamar. Estiré mi mano, para que cogiese el cristal.- Tómalo, puedo hacerme más.- Dije finalmente, viendo como se relamía Calcetines, al parecer al familiar le había gustado la sangre del vampiro... espero por esa razón no se torne un familiar vampírico... esperemos.

Sonreí y asentí con la cabeza. Preferí no responderle que sabía magia, si no puede que el utilizara esa información en mi contra, y por ahora, no quería compartir esa información confidencial. Me puse a observar atentamente lo que estaba haciendo. Lo tomé y lo observé, dándole algunas vueltas. Lo miré y se lo devolví;

-No te preocupes, si necesito algo así, te pagaré por ello, prefiero actuar así a que me des un regalo de la nada. Los cristales de elemento son perfectas obras de arte...aunque entre más poderosos, son capaces de hacer mejores maravillas. -Dije, y sacando la espada de la nieve y tierra, la limpie un poco, dejando que Aengus pudiera observar las runas que cubrían la hoja de color rojo sangre. Levanté la espada con suavidad, y agarrando la hoja con fuerzas, esta respondió al llamado, prendiéndose en llamas, al punto de parecer que la hoja estuviera hecha de magma. Lo miré y le dije- Yo suelo usarlos muchos para forjar armas, por lo que si trabajamos juntos te pagaré bien por ellos. -Dije, y apagando mi espada, dejé que observara mi armadura, que se veía igual que él cristal que él había mostrado, de un negro color obsidiana.

Los cristales eran un objeto útil, y claramente, poderosos. Pero no me atrevería a crear más, no es mi punto fuerte. Si no la pocionería, pero preferí guardar mi humildad para mí mismo. - Perfecto....- No me sobraba el dinero, y menos tras este pacto, quizás deberíamos hacer un trueque. Y es que pese a mis contactos y a tener a mi madre dónde la tenía (en las altas esferas), pedirle dinero, me resultaba a la par que molesto un signo de debilidad. Inaceptable.

Lo que no era inaceptable, era el fulgor de la arma, al igual que el brillo de esta. Era majestuoso y a la par aterrador, pensar como cercenaría carne a su paso. Casi, como si de una pesadilla se tratase. Quien sabe ¿quizás sería dicho filo el que me dé muerte? no lo sabía. Solo que el frío de la noche me llevaría si no me muevo.- Creo que, si no conoces una posada por aquí cerca. Deberé volver a sumergirme en el manto nocturno...

Escuché atentamente y le dije;

-Estamos a unos cuantos kilómetros de la ciudad fronteriza del Reino de León, si pasas conmigo no se extrañarán, además, se entrar en silencio. Si quieres te puedo guiar allí, pero debes decidirte pronto. Probablemente tardan un par de horas más en investigar que sucedió con estos malditos, por lo que lo mejor es que nos vayamos de aquí antes que lleguen exploradores. De otro modo, tu deberías comenzar tu viaje de vuelta. -Dije, mirándolo.

Me levante, y observando el cadáver de la chica que había muerto tiempo atrás, y revisándola, encontré un pequeño collar. Lo guarde entre mis ropas, pues después lo entregaría en la ciudad para que sus padres la pudieran reconocer, al menos dormiría en paz sabiendo que había vengado sus muertes. Observé nuevamente a Aengus, viendo si tomaría alguna decisión.

Respiré con dificultad, y tomando mi espada, la clavé en el piso, mientras me arrodillaba, mientras observaba como toda la realidad cambiaba a mis alrededores. Me apoyaba con mi espada como podía para no caer al piso, lo que primero pensé, fue que el brujo me había traicionado...pero cuando ví como la realidad a mi alrededor cambiaba...recordé lo que tanto había leído en textos antiguos. ¿Una visión? Ni siquiera podía pensar con claridad, las imágenes llegaban sin que pudiera detenerlas, o entenderlas, si quiera. Una criatura desconocida...muerte, y desolación.

Las imágenes terminaron tan rápido como habían llegado, y respirando nuevamente con tranquilidad. Me levanté, y recuperando mi compostura, miré a Aengus. Sabía que el podía darme lo que necesitaba...pero no podía decirle lo que había visto. Lo miré y le dije;

-Aengus. Necesito tu ayuda. Dices tener muchos contactos y poder, ¿No? Me gustaría saber si pudieras hacerme entrar a la biblioteca más grande del imperio...pues hay unos textos antiguos que necesito confirmar. Solamente si me ayudas, y una vez haya entrado, te podré contar el para qué. -Dije, mirándolo con seriedad.