Sentado en el campo de los muertos (Aengus)
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Sentado en el campo de los muertos (Aengus)
Recuerdo del primer mensaje :
Eran los extremos más cercanos a la frontera entre el Imperio y el Reino de León, y me encontraba deambulando principalmente, buscando alimento. Llevaba mi arma desenfundada, escondida entre los ropajes de mi gruesa capa. Tenía suerte que no nevaba, y que esta zona tenía bastantes arboleadas, pues me permitía moverme de sobra en sobra en absoluto silencio, y por más que estuviera con mi armadura, mis habilidades y entrenamiento me permitían moverme con absoluto silencio.
A lo lejos, a medida que avanzaba por el lugar, observé una pequeña fogata, por lo que, interesado, decidí avanzar hasta ella. A medida que me acercaba, me preguntaba porque había gente allí, si las patrullas más cercanas estaban mucho más alejadas de esa zona, y una vez me acerqué a la zona, lo comprendí.
Podía ver un grupo de no más de cinco imperiales, de los cuales estaban tres bebiendo alrededor de un pequeño fuego, mientras uno vigilaba un tanto alejado, y otro, hacía un acto horrible. No tardé en darme cuenta, por los gritos, de que debían de haber tomado algún prisionero, y ahora estaban cayendo a sus deseos más prohibidos.
A medida que me acercaba observé como ellos estaban esperando ver como violaban a una mujer, el que la tenía la golpeaba una y otra vez, mientras los otros se reían y bebían. Mi sangre ardió, y mis deseos interiores solo me hicieron acelerar el paso. Aparecí detrás del único guardia y le rajé la garganta, para luego decapitarlo y beberme su sangre, dejando caer su cabeza poco a poco en el piso. Me acerqué a los otros tres, y partiendo por el del medio, atravesé con mi espadón directamente su pecho, sacando sus víseras de un solo golpe, para luego dejarlo caer.
Las caras de horror de los que allí quedaban solo era satisfacción para mí. Agarré la cabeza de uno de los otros, y apreté con toda mi fuerza las cuencas de sus ojos, provocando que sangraran profusamente, para luego tirarlo directamente a la fogata. El tipo que violaba a la chica hacía lo que podía para ponerse lo poco que le quedaba de honor y buscar un arma que había a metros de él, el otro ya había agarrado una pica, e intentando darme con ella, fue demasiado lento, pues con mi espada rápidamente le corté los brazos, para luego decapitarlo en un solo movimiento. Me acerqué al maldito violador, que tenía la espada en sus manos de forma temblante. Se la tiré a un lado, y luego, atravesando su vientre directamente, saqué sus viseras, y lo lancé a un lado, dejando que se desangrara y muriera lenta y dolorosamente.
Observé a la chica, y me dio mucha tristeza. Tenía marcas de tortura por todo su cuerpo, se notaba que la violación llevaba tiempo empezada, y se veía tan débil y herida que era obvio que no sobreviviría mucho tiempo más. La observé, mientras ella me devolvía una mirada débil, topándose con el rojo de mis ojos. Se los cerré con delicadeza y luego, con mi espadón, atravesé su corazón.
No le podía dar una muerte más rápida, pero, lamentablemente, había tardado mucho en llegar para lo que ella había sufrido. Busqué entre sus raídas ropas algún símbolo para identificar a su familia, y no encontré nada. Maldije, mientras arreglaba sus ropas rotas, y usando parte de las mantas que tenían los soldados, tapaba su cuerpo con delicadeza, para luego juntar todos los restos de los malditos soldados y dejándolos en una pila, a unos metros de los caballos. Me senté cerca de la fogata, y empecé a limpiarme las marcas de sangre, pues con la sangre de los malnacidos ya me había terminado de alimentar, y ahora limpiaría mis ropas antes de seguir mi camino.
Eran los extremos más cercanos a la frontera entre el Imperio y el Reino de León, y me encontraba deambulando principalmente, buscando alimento. Llevaba mi arma desenfundada, escondida entre los ropajes de mi gruesa capa. Tenía suerte que no nevaba, y que esta zona tenía bastantes arboleadas, pues me permitía moverme de sobra en sobra en absoluto silencio, y por más que estuviera con mi armadura, mis habilidades y entrenamiento me permitían moverme con absoluto silencio.
A lo lejos, a medida que avanzaba por el lugar, observé una pequeña fogata, por lo que, interesado, decidí avanzar hasta ella. A medida que me acercaba, me preguntaba porque había gente allí, si las patrullas más cercanas estaban mucho más alejadas de esa zona, y una vez me acerqué a la zona, lo comprendí.
Podía ver un grupo de no más de cinco imperiales, de los cuales estaban tres bebiendo alrededor de un pequeño fuego, mientras uno vigilaba un tanto alejado, y otro, hacía un acto horrible. No tardé en darme cuenta, por los gritos, de que debían de haber tomado algún prisionero, y ahora estaban cayendo a sus deseos más prohibidos.
A medida que me acercaba observé como ellos estaban esperando ver como violaban a una mujer, el que la tenía la golpeaba una y otra vez, mientras los otros se reían y bebían. Mi sangre ardió, y mis deseos interiores solo me hicieron acelerar el paso. Aparecí detrás del único guardia y le rajé la garganta, para luego decapitarlo y beberme su sangre, dejando caer su cabeza poco a poco en el piso. Me acerqué a los otros tres, y partiendo por el del medio, atravesé con mi espadón directamente su pecho, sacando sus víseras de un solo golpe, para luego dejarlo caer.
Las caras de horror de los que allí quedaban solo era satisfacción para mí. Agarré la cabeza de uno de los otros, y apreté con toda mi fuerza las cuencas de sus ojos, provocando que sangraran profusamente, para luego tirarlo directamente a la fogata. El tipo que violaba a la chica hacía lo que podía para ponerse lo poco que le quedaba de honor y buscar un arma que había a metros de él, el otro ya había agarrado una pica, e intentando darme con ella, fue demasiado lento, pues con mi espada rápidamente le corté los brazos, para luego decapitarlo en un solo movimiento. Me acerqué al maldito violador, que tenía la espada en sus manos de forma temblante. Se la tiré a un lado, y luego, atravesando su vientre directamente, saqué sus viseras, y lo lancé a un lado, dejando que se desangrara y muriera lenta y dolorosamente.
Observé a la chica, y me dio mucha tristeza. Tenía marcas de tortura por todo su cuerpo, se notaba que la violación llevaba tiempo empezada, y se veía tan débil y herida que era obvio que no sobreviviría mucho tiempo más. La observé, mientras ella me devolvía una mirada débil, topándose con el rojo de mis ojos. Se los cerré con delicadeza y luego, con mi espadón, atravesé su corazón.
No le podía dar una muerte más rápida, pero, lamentablemente, había tardado mucho en llegar para lo que ella había sufrido. Busqué entre sus raídas ropas algún símbolo para identificar a su familia, y no encontré nada. Maldije, mientras arreglaba sus ropas rotas, y usando parte de las mantas que tenían los soldados, tapaba su cuerpo con delicadeza, para luego juntar todos los restos de los malditos soldados y dejándolos en una pila, a unos metros de los caballos. Me senté cerca de la fogata, y empecé a limpiarme las marcas de sangre, pues con la sangre de los malnacidos ya me había terminado de alimentar, y ahora limpiaría mis ropas antes de seguir mi camino.
Darkon Filomortal
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Re: Sentado en el campo de los muertos (Aengus)
Mi mirada se torció hacía el vampiro, con una expresión algo extrañada. ¿Habría tenido un gas vampírico? es más ¿los vampiros se peden? era algo muy confuso, pero no dije nada más. Simplemente le miré, desde mi posición sin saber que hacer. Y es que, lo más prudente era esperar que él terminase de hablar y entonces, yo actuaría.
Pero lo que acabé por escuchar, me... ¿descolocó?
Levanté ambas cejar, rascándome mi nuca. No sabía ni que responder la verdad. Era un cambio tan grande... ahora bien, poder ir yo, sería más o menos sencillos con mis contactos. Pero ¿arrastrar a un vampiro?- Es imposible, te rastrearían, además, solo abre de día. Pero... habría otra opción... un hechizo para que veas por mis ojos. Pero, advierto que es desagradable, para ambos... mucho...- Aguanté el silencio, si debía de recurrir a dicho ritual, más vale que me pagase con creces. Aún, sabiendo los efectos de su... ¡OH DIOSES QUE ASCO!
- Vamos a una posada, ahí hablaremos de esto.- Sentencié, mirándole de lado, para subirme encima de la escoba.- ¿alguna vez has volado sobre una de estas?
Pero lo que acabé por escuchar, me... ¿descolocó?
Levanté ambas cejar, rascándome mi nuca. No sabía ni que responder la verdad. Era un cambio tan grande... ahora bien, poder ir yo, sería más o menos sencillos con mis contactos. Pero ¿arrastrar a un vampiro?- Es imposible, te rastrearían, además, solo abre de día. Pero... habría otra opción... un hechizo para que veas por mis ojos. Pero, advierto que es desagradable, para ambos... mucho...- Aguanté el silencio, si debía de recurrir a dicho ritual, más vale que me pagase con creces. Aún, sabiendo los efectos de su... ¡OH DIOSES QUE ASCO!
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Aengus Libris
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Re: Sentado en el campo de los muertos (Aengus)
Escuche atentamente sus palabras. Se notaba que sabía muy poco sobre mi, y lo mejor es que la cosa siguiera de la misma manera. Escuché atentamente sus palabras, y le dije;
-Pues me bastaría saber donde esta, si es así. Yo podré encargarme de la seguridad mágica, no es algo extraño para mí, pero la opción de ver a través de tus ojos tampoco me parece extraña...aunque ciertamente, la opción más sangrienta es la que me parece mejor para esta opción. Soy muy bueno infiltrándome en lugares, así que primero quiero escuchar todo lo que sepas de eso. -Una vez sacó su escoba asentí, y le dije- Bien, supongo que seguiremos hablando de esto en la taberna. -Dije, a la vez que me subía en su escoba, esperando que dirigiera el camino.
-Pues me bastaría saber donde esta, si es así. Yo podré encargarme de la seguridad mágica, no es algo extraño para mí, pero la opción de ver a través de tus ojos tampoco me parece extraña...aunque ciertamente, la opción más sangrienta es la que me parece mejor para esta opción. Soy muy bueno infiltrándome en lugares, así que primero quiero escuchar todo lo que sepas de eso. -Una vez sacó su escoba asentí, y le dije- Bien, supongo que seguiremos hablando de esto en la taberna. -Dije, a la vez que me subía en su escoba, esperando que dirigiera el camino.
Darkon Filomortal
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